Según la teoría del multiverso, ahora mismo elijo no escribir esto. Apago el ordenador, me arrojo al acogedor colchón y hundo mi cabeza en la almohada, cayendo inconsciente hasta el nuevo amanecer al que recibo con una sonrisa.
Pero también aguanto algo más de tiempo despierto, poniendo a trabajar mi memoria para llevar las horas recientes a palabras que permanezcan más allá del propio recuerdo, más puro e intenso pero también efímero.
El cansancio en mis piernas y mis hombros guarda el ritmo de incontables pasos naciendo en un sacrificado ascenso bajo el sol poniente y finalizando junto al castillo frente al lago, tan lejos de donde en un principio pensaron llegar, tomado el imprevisible camino de la aventura frente al discurrir de las líneas sobre un mapa. Manos y pies atesoran el tacto del bastón al buscar apoyo, el trabajoso discurrir por los senderos sembrados de cantos y las diversas ascensiones al techo del mundo, de donde mis ojos albergan el vuelo de las águilas sobre los valles y cumbres que se pliegan hacia el horizonte, y mi corazón la pérdida del miedo.
Elegimos, tres aventureros, investigar las maquinaciones de retirados genios maléficos, contemplar la mirada intrigada en el oscuro rostro de la muerte y perseguir al último fulgor del día. Asistimos al horror que habitamos cada día, nuestros pulmones exultantes de aire verdadero y relajados por fin tras tanto tiempo de sufrimiento, nuestros oídos sumergidos en la ausencia de tormento. Y con valor afrontamos la noche, en la complicidad de quienes se encuentran en los rincones del fin del mundo, para caminar al amparo de la cariñosa guía de Selene.
Allí donde a la mañana siguiente nos encontramos perdidos hicimos nuestra la tenacidad de seguir adelante, a la incertidumbre que se cernía sobre nuestro devenir en lugar de acogernos a la falsa seguridad del futuro conocido. Los errores nos llevaron al conocimiento, y este a la experiencia de los pasajes encontrados a bosques que nunca esperamos llegar a ver, al final inesperado y satisfactorio de un día que se dividió en dos.
Y, entre medias, la labor compartida del hogar repentino, el sueño abrigado en la cercanía de quienes comparten tus andanzas, el Gran Misterio expuesto ante nuestros ojos. Bajo la pálida mirada de la diosa y el auspicio de los astros, tres almas cayeron hacia el vacío a través del blanco pasaje a Santiago que cruza el núcleo de nuestra galaxia, Camino sacro en el cielo que refleja a aquel en la tierra. En ese momento nos hicimos pequeños y al tiempo infinitos, bendecidos con la luz de los deseos que habrán de cumplirse, armados con la revelación de la serenidad encontrada más allá de nuestras propias vidas.
Regresamos a ellas al final del día, exhaustos y plenos. Ahora los tres dormimos un merecido y profundo sueño, mientras yo aún cierro la crónica de tales sucesos.
Cosas del multiverso.
Grey Arkhane