sábado, 29 de octubre de 2011

El precio a pagar



En momentos como este me pregunto si realmente he aprendido algo. Hace ya más de ocho años que dejé con tanta tristeza como determinación mi amada tierra para venirme a la Capital a estudiar. En todo este tiempo en el que casi he cumplido aquella tarea incial he conocido a docenas de personas, cada una de las cuales me ha mostrado un nuevo fragmento del mundo, pequeñas piezas de puzzle que con el paso del tiempo me han abierto los horizontes de la Realidad en la que vivimos, me han hecho ver mucho más allá de lo que jamás hubiera imaginado y me han llevado a una eterna guerra interna en la que las fronteras de mi propio ser se han movido hasta volverse irreconocibles.

He sido increíblemente feliz en esas escasas ocasiones en las que encontré un sentido a mi existencia, a menudo(pero no sólo) cuando mi corazón creía haber encontrado una dueña capaz de domarlo y comprenderlo. Me enamoré más veces de las que me atrevo a reconocer, y sufrí muchas más de las que debería, casi todas por mi culpa, rebasando en ambos casos los límites de mis propios sentimientos para adentrarme en territorios tan desconocidos como perturbadores.

Guiado por ese sufrimiento caminé en dos ocasiones hasta el Fin del Mundo, buscando expiación y respuestas. No las encontré, pero a cambio atisbé revelaciones incluso más valiosas...que el giro de la rueda del tiempo hizo que acabase volviendo a perder.

Poco a poco fui aprendiendo que el conocimiento tiene el precio de la inocencia y que el sufrimiento es el único maestro en cuyas lecciones puede confiarse. Que el dolor, en definitiva, es el precio de la sabiduría.

Sin embargo, echando la vista atrás...toda esa experiencia no me ha traído calma, entereza o clarividencia, sino más bien todo lo contrario, llevándome cada vez más y más lejos, en una espiral divergente, de aquel punto en el que recuerdo que era feliz.

Todo parece ir de mal en peor, y no puedo evitar sentirme como un idiota cada vez que pienso en el alto precio que he tenido que pagar, en estos años, por una sabiduría que no poseo...

Grey Arkhane

2 comentarios:

  1. Un soplo de brisa bilingüe me ha traído hasta un puerto que -en mi soberbia- un día creí conocer. Sin embargo, a cada nuevo atraque más descubro lo lejos que está de la tierra que un día fue común.

    Citando a una trágica -aunque mayor- sabiduría, hace ya más de ocho años que dejé atrás mi amada tierra para venirme a estudiar a la capital. Mucho ha ocurrido en estos años, y mucho me ha ocurrido a mi en el mismo tiempo -aunque menos, claro está-, pero no me hace falta echar la vista tan atrás.

    Hace tan solo 3 años -cuando yo era 23 años menos sabio- arrié confiado las velas, y abandoné un puerto lúgubre que creía seguro para adentrarme en un mar tormentoso. Mi viaje fue más largo de lo que en realidad duró -tal y como ocurre con la TARDIS-, y me enseñó muchas cosas. La más importante que -contrariamente a lo que yo mismo hubiera predicho- aún era capaz de aprender. No es que nunca creyera haberlo sabido todo -aunque tal era mi comportamiento-, sino que más bien me encontraba atascado -enfangado- en mi propia incultura. A día de hoy he aprendido lo inculto que sigo siendo, y eso me permite cada día aprender un poco más para descubrirme cada vez un poco más inculto.

    Y esto me lleva a hoy, día en que el viento me devuelve al puerto lúgubre del que partí. Lo reconozco, pese a sus cambios. Está más destartalado, casi abandonado. Puertas y ventanas desvencijadas o vencidas. Muelles enteros que apenas aguantan a flote -luce como si hasta tuviese carcoma-. Pero es el mismo puerto, y al volver -de ese mismo mar que creí tormentoso y descubrí acogedor- siento necesidad de buscar al capataz portuario y abofetearle, obligarle a poner en funcionamiento el puerto. El mar que cree angosto y cruel me ha dado mucho, y -pese a mi fortuna de Jack Mal Tiempo- seguro que aún tiene mucho por ofrecer para aquellos que se quiten las gafas de tormenta.

    No me gusta ver el puerto tan abandonado...
    Alguien debería ir a prisión por ello...

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  2. Dejando el método socrático aparte, del cual nunca he sido muy fan, la carpintería es pura cuestión de tiempo y dedicación, así que a ver...

    Por lo pronto, gracias por el honor de inaugurarme el blog, y bienvenido.

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