Su rostro está sombrío, aunque parte de la enfermiza palidez ha desaparecido. Las sacudidas ya no son más que temblores ocasionales.

-A veces realmente no me comprendes, ¿verdad?
-No -susurra el pistolero-. A veces no te comprendo.
-Entonces voy a explicártelo. Hay personas que necesitan personas que las necesiten. La razón por la que no me comprendes es que tú no eres de esos. Tú me usarías y luego me tirarías a la basura como una bolsa de papel si fuera necesario. Dios se ha cagado en tu alma, amigo mío. Solo que tú eres suficientemente inteligente como para que eso te duela y suficientemente duro para seguir adelante y hacerlo de todas maneras. No serías capaz de evitarlo. Si yo estuviera tendido en la playa y pidiera ayuda a gritos, tú me pasarías por encima si yo estuviera entre tú y tu condenada Torre. ¿No estoy bastante cerca de la verdad?
Roland no dice nada, sólo observa a Eddie.

Eddie lo mira fijamente.
-Pero cuando se trata de eso, tú estás limpio, ¿no es cierto?
Roland lo observa.
-Salvo por tu Torre -Eddie lanza una risita corta-. Eres un yonqui, Roland. Un drogadicto de la Torre.
-¿En qué guerra fue? -susurra Roland.
-¿Qué cosa?
-La guerra en la que te volaron de un tiro el sentido de la nobleza y los propósitos.
Eddie retrocedió como si Roland le hubiera pegado una bofetada.
-La Torre Oscura, vol.II: La Llegada de los Tres (Stephen King)
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