Está pasando mucho más de lo que puedo asimilar y al mismo tiempo mucho menos de lo que soy capaz de relatar. Quizá sea esta aparente paradoja la que lleva al extremo las grietas de mi ánimo, una suerte de estrés por inacción que desemboca en el letargo depresivo de la mente bloqueada...y alimenta su causa en un nuevo ouroboros erosivo, uno más en la lista de agresores.
Bloqueada, y fatigada...lo cual hace imposible discernir si esa paranoica sensación de abandono que últimamente me crispa está de verdad fundada en un reposicionamiento real de los que me rodean o tan sólo es imaginación mía, un engaño autohiriente fruto de la verdadera (y amarga, y desconocida) causa de estos días extraños. También es posible que haya sido yo mismo quién, con el tiempo, ha abierto los fosos y quemado los puentes que ahora me sitúan lejos de quiénes en otro tiempo me fueran cercanos, y no ha sido hasta ahora, cuando los pilares que me sostienen vuelven a tambalearse (y cada vez quedan menos), que me he dado cuenta de ello.
No puedo dejar de acordarme del relato "El corazón de la torre" que escribí hace tanto tiempo. Sigue costándome lo mismo que entonces conseguir ese grado de confidencia necesario para forjar una verdadera amistad más allá del compañerismo circunstancial, salvar ese espacio entre mi mismo y los demás que parezco generar sin proponérmelo, y sigue resultándome indeciblemente complicado cuidar esas amistades cuando se resienten o saber cómo recorrer el camino de la reconciliación una vez se ha abierto esa brecha.
A veces, es cierto, no merece la pena. Pero siempre resulta triste, especialmente si permanece la sospecha de que ha sido uno mismo el responsable de ese desenlace, por acción u omisión.
En cualquier caso, bien por depositar mi confianza donde no debo, bien por negligencia o paranoia(y es que, como dije arriba, sigo sin estar seguro que todo esto no sea más que una nueva ilusión de mi mente), tengo lo que me merezco. Tan sólo me gustaría ser capaz de encajarlo un poco mejor.
Grey Arkhane